Terapia breve

radiografia-perroAquello fue un alarde de ojo clínico. Quiero creer.

Meses, casi años, dudando de si ir a un traumatólogo por unas molestias en la rodilla izquierda, me decido porque me hice de una mutua y, enseguida, me dan hora. En la consulta, ni cinco minutos de explicaciones mías, apenas una pregunta del médico y me manda tumbarme sobre la camilla. Para explorar la rodilla en cuestión… por encima de los pantalones tejanos que llevaba. Recorre los dedos, manipula leve y brevemente la articulación, me pregunta si me duele así o así y, en segundos, lo tiene. Podría ser algo de la rótula, te pido una resonancia magnética y veremos. A poco, me acordé del chiste del humorista estadounidense Steven Wright: “Una vez vi a un hombre con piernas de madera… y pies de verdad”. Espero que mi especialista de huesos -que no de carne, lamento- no se tope con él.

En traumatología, no lo sé, pero en psicología existe la llamada terapia breve, cuyo padre fue Milton H. Erickson. “Erickson era Messi en la Psicología: lo hacía todo bien”, lanzó el psicólogo y psicoterapeuta Victor Amat en una interesante conferencia que dio en el Colegio Oficial de Psicología de Cataluña. Amat, excampeón de Europa de kick boxing, hablaba a puñetazos. Certero, provocativo, contundente. De entre muchas, me quedé con una de sus frases: “El terapeuta es más importante que el modelo terapéutico que aplica”. Un directo al mentón de muchos sanadores, no importa de qué disciplina.

Pocas semanas después, de nuevo en la sede del colegio catalán de psicólogos, el mediático Rafael Santandreu acudió a hablar básicamente de su último libro, “Ser feliz en Alaska”, en el que tanto se centra en explicar la Terapia Cognitiva que se «olvida» de citar a algunos de sus creadores. Léase Aaron Beck o Albert EllisEn el colegio, ante un numeroso público formado por psicólogos, curiosos como yo y quién sabe si pacientes, sí habló de ellos. Disertó sobre la Terapia cognitiva y la conductual, de sus rasgos comunes y sus características distintivas. No faltó tampoco el kick boxing. “No hay que empeorar las emociones dramatizándolas en exceso, como se hace por ejemplo con las violaciones”. La audiencia –en gran mayoría, mujeres– respingó.

Con todo, a Santandreu le debo el que conociera a Gustavo, un psicólogo que acudió de oyente y con el que charlé por una práctica que nos mandó el “bestseller”. Juntarse en parejas y hacer “role playing”. Simular que uno es el psicólogo y el otro el paciente, y viceversa.

Le pedí una tarjeta a Gustavo, nunca se sabe. Al terminar la conferencia, se me acerca y me pregunta: ¿No has visto ningún error? ¿Cómo? ¿En la tarjeta? La verdad es que no había actuado a la japonesa: me la había guardado en un bolsillo y ya está. Sí, en la tarjeta. Hay dos errores.  La miro detenidamente y detecto dos erratas. “Conductal” en lugar de “conductual” y “adiciones” en vez de “adicciones”. Me explica Gustavo:

—Se las encargué a un amigo y cuando ya estaban todas impresas nos dimos cuenta de los errores. Pero no los arreglamos. Aposta”.

—¿Cómo aposta? Por qué?

—Lo utilizamos de ejemplo, con los pacientes. Para demostrarles que no hay que dramatizar los errores, ya sabes, que nadie es perfecto. ¿Ni se ha dado cuenta de que en mi tarjeta hay dos erratas, verdad? Luego…

 

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